miércoles, 25 de noviembre de 2009

Conciencia

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No soy celosa porque entendí que se gana más soltando la cuerda que apretando.
Duermo mi ira porque me asusta que la gente a la que quiero se aleje.
Aún me cuesta decir NO porque soporto mejor mi propia frustración que la de los demás.
Quizá quisiera callar menos, pero todavía estoy aprendiendo a distinguir situaciones.

Sigo practicando.

Vaya movida.

lunes, 9 de noviembre de 2009

...y comenzando.

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Y un año después me encuentro con que tengo una vida totalmente distinta en la que no paro de recibir regalos cada día.

Aquí, un par de botones de muestra (yo lo llamaría El Metarregalo, porque son el regalo de un regalo).


Os presento, de derecha a izquierda, a SuperNinjaCat y a Gato Apestoso. Son todo amor. SuperNinjaCat se parece a su padre por lo hermoso, aún es un puro nervio y está descubriendo el agua y los grifos. Gato Apestoso es la tranquilidad y la elegancia hechas felino. Todo el rato nos hacen o reír o babear. Ambos han devuelto a la casa los sonidos que había perdido hace un año, y han venido con otros nuevos que yo ya casi no esperaba. Porque, a pesar de que me irían estupendamente para retomar mi plan de convertirme en Catwoman cuando palme, el caso es que el plan está cambiando… Empiezo a estar convencida de que ya no moriré sola en mi cocina siendo una vieja loca rodeada de gatos.




No.
Ya no voy a ser Catwoman. En este momento me va más ser Claire Bennet
Menos conocida, menos glamourosa, pero bastante más efectiva, dónde va a parar. Sin duda ahora necesito el poder de la regeneración para llegar adonde quiero llegar. Y cuando llegue, ya veremos quién decido ser (toma personalidad múltiple), aunque observo las señales y todo indica hacia el mismo punto… puedo ser yo misma.

((Una amiga publicó ayer en feisbuk esta frase: "Quien no escribe ni está enamorado ni se psicoanaliza, está muerto", Julia Kristeva. Si alguien necesita vida yo dono, que tengo pa exportar.))

Qué movida, eh?
;-)

domingo, 8 de noviembre de 2009

Terminando...

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Hoy hace un año que murió Supermiau. Guardo un momento de silencio para honrar a quien fue mi compañero, mi amigo durante 10 años. Después de aquel día, nunca he vuelto a soñar con él.

Descubrí una vez más cómo estos trances igualan a las personas: la gente confluye y se unifica de una manera casi mágica cuando algo en su vida se rompe irremediablemente.

Gracias a mi querido John Trombón (jótér luis, cuánto tiempo sin vernos!), fan de Dragolandia y sus alrededores, me enteré de que unos días después de la muerte de mi mascota, Fernando Sánchez Dragó perdía también a su amado gato Soseki de una manera bastante traumática.
Fue curioso, porque de repente sentí esa extraña unidad que crean estos casos con una persona con la que, por afinidades (o desafinidades, casi mejor dicho) no tengo absolutamente nada que ver. Y me salió de dentro escribirle para decírselo. Esto fue lo que envié a su blog (ahora que ya no está, no me importa romper su privacidad y desvelar la verdadera identidad de mi pobre gatito):


18-Diciembre-2008

El ocho de noviembre murió Nala, mi gata.

Era mi amiga, mi compañera de piso, mi pequeña, me independicé pero nunca, jamás, ni un momento estuve sola viviendo sola. Se marchó con todo lo que era, todo lo que tenía, mis secretos y los suyos, todo lo que sabía se fue y ahora duerme con todo ello en la sierra de Madrid, en un lugar que nunca conoció, al pie de un árbol que planté de niña, cuando ella aún no existía pero ya me esperaba. Diez años tuve para aprender su voz, su lenguaje, su mirada, cada movimiento suyo; diez años son bastantes años, pero a mí se me hicieron tan cortos... yo quería otros diez, o más, muchos más.

El ocho de noviembre murió Nala. Siempre tuvo malos los riñones y alguna vida se le llevaron en algún susto superado pero, de repente, enfermó de gravedad; después de cuatro días ingresada, cuando ya sólo dependía de ella, la llevé a casa. Se me murió en los brazos un sábado por la noche, tranquila, ajena a todo, sin dolor. Cuando ella decidió que había llegado el momento la ayudé y la animé a marcharse porque era lo que necesitaba, no dejé de acariciarla ni de dedicarle suaves palabras mientras emprendía su viaje (‘Comprendes. Es demasiado lejos. No puedo llevarme este cuerpo, es demasiado pesado’). Mi pequeña me ahorró el trago de tener que llevarla el lunes por la mañana a que la mataran, y quiero, necesito creer que hice todo lo posible para que estuviera en paz hasta que llegó su hora.

Murió Nala.
Aún no me he repuesto. Los gatos apenas hacen ruido, pero desde ese día ocho el silencio de mi casa es casi insoportable. No soporto levantarme por las mañanas y saber que no está esperando tras la puerta de mi cuarto, me cuesta un triunfo entrar en casa sabiendo que no saldrá a recibirme con cara de sueño, no me acostumbro a no verla entrar donde yo estoy para preguntar qué hago, en cada momento sé lo que estaría haciendo y dónde estaría, la echo tanto, tanto de menos. Me duelen las ganas de abrazarla y tener una buena conversación con ella. Mi gata se ha llevado una parte de mi identidad, y no sé cómo voy a recuperarla. No sé si se puede…

Te escribo, Fernando, porque tú me entiendes y yo te entiendo.
Ya sabes, sólo era un gato.

Un beso para ti y otro para Naoko.



La noche en que murió, soñé con ella. Yo estaba en una sala de espera, sentada en uno de los sillones, con el estómago revuelto de dolor, esperando no sé qué. Entonces mi gata aparecía de repente de un salto desde el suelo hasta mi regazo, me miraba a los ojos un momento y luego acariciaba su suave cabeza contra mi barbilla, como solía hacer para decirme que me quería. Pude sentirlo tan claramente que desperté llorando en medio de la noche, sabiendo que, mientras su cuerpecito se enfriaba en la habitación contigua, mi pequeña había encontrado la manera de despedirse, atravesando mis sueños en su camino hacia el otro lado.