
Una vez, hace muchos años, hice puenting. Supe lo que es caer al vacío a plomo, supe lo que sienten por fuera los suicidas, los que lo hacen a sabiendas. Es una locura de sensación. Es una locura.
Me llego hasta el borde y miro hacia abajo. Joder, qué miedo, qué alto está esto… Un paso atrás, sólo para sentirme un poquito más segura. Sé que ya no puedo darme la vuelta, todo volvería a perder el sentido. Seguí las señales, este es el camino y toca ir palante. Al fin y al cabo era lo que quería. “Hola? Teledeseos, aquí tiene su pedido: un cambio grande con extra de cojones”. Deshago el paso atrás. Las puntas de mis pies ya no pisan el suelo. He escogido. Juguemos, pues.
Cojo impulso, cierro los ojos y…
La movida ha llegado.