
Así de repente, y sin contemplar los problemas médicos enchufacionales y de ensamblaje (aún insalvables, por cierto), desde un punto de vista más psicológico mí no me parece que sea viable, aunque si me miro desde fuera diciendo esto casi me veo vestida con ropajes medievales, nunca se sabe... También antes se pensaba que no se podía transplantar el corazón porque era donde residían el alma, los sentimientos y la conciencia, así que estamos parecido al implicarse una de las preguntas fundamentales del hombre: quién soy y qué es el yo? Y la movida pasa del nivel ético al filosófico.
La historia es, claro, que no se trata de transplantar un mero órgano, sino el yo entero, o sea que la cosa se da la vuelta: no te colocarían un seso nuevo, sino un cuerpo nuevo. Porque lo primero no tiene mucho sentido, implicaría necesariamente y no sé de qué manera borrar la memoria del anterior dueño para poder usar correctamente el nuevo soporte físico, y además tendría que aprender su actual vida. No, así sí que no lo veo, y surge la pregunta: el cuerpo al servicio del cerebro, o el cerebro al servicio del cuerpo? Son conceptos que van intrínsecamente unidos? Imagínate la movida, que te pase cualquier cosa y despertarte en otro cuerpo... En ese caso yo preferiría que al donante le pusieran mi cabeza entera, no sólo el seso, para no extrañar tanto...
Menuda comedura de tarro, anda que no da de sí para filosofar y decir chorradas.
Espero que las células madre intercedan por nosotros, porque vaya follón...
Raro, raro.