Pero ese día las comía muy despacio, porque no podía dejar de mirar la pantalla del televisor. Estaba hipnotizada con la bola de fuego y el humo que salía de aquella torre y con la voz telefónica de Ricardo Ortega retransmitiendo en directo desde el infierno, sin descanso, como una letanía. De repente, Matías Prats gritó: "La otra torre, Ricardo, la otra torre!".
Aprovecho este espacio para compartir dos canciones que me acompañaron durante mi adolescencia. Me gustaban tanto tanto que cuando terminaba de escucharlas siempre rebobinaba y volvía a ponerlas por lo menos un par de veces más, así que al final llené una cinta sólo con esas dos canciones, una cara para cada una, 30 minutos repitiéndose cada una. Qué obsesión!
Careless Whispers, de George Michael:
Flipa con las cejotas de Macario y la melenaca semioxigenada al suflé. Jótér, luis, qué mal sentaban los 80!
Unchained Melody, Righteous Brothers:
Por supuesto que hice el descubrimiento gracias a la peliculita de marras con extra de cursi que, dicho sea de paso, habré visto unas 20 veces fácilmente, pero cosas peores se han visto... Si supieras cómo conocí a David Bowie...
Con mis 11 añitos iba por primera vez al cine sin papás (aunque estuvieran vigilando en el restaurante de al lado), sólo con los amigos, la película elegida fue 'Dentro del laberinto'; en la oscuridad de la sala quedé prendada Jareth, el Rey de los Goblins, con sus exóticos y extraños ojos, malvado y sexy, sin saber que era un cantante de fama mundial.
Flipo con el asunto este de los transplantes de cerebro. No es moco de pavo, la cosa.
Así de repente, y sin contemplar los problemas médicos enchufacionales y de ensamblaje (aún insalvables, por cierto), desde un punto de vista más psicológico mí no me parece que sea viable, aunque si me miro desde fuera diciendo esto casi me veo vestida con ropajes medievales, nunca se sabe... También antes se pensaba que no se podía transplantar el corazón porque era donde residían el alma, los sentimientos y la conciencia, así que estamos parecido al implicarse una de las preguntas fundamentales del hombre: quién soy y qué es el yo? Y la movida pasa del nivel ético al filosófico.
La historia es, claro, que no se trata de transplantar un mero órgano, sino el yo entero, o sea que la cosa se da la vuelta: no te colocarían un seso nuevo, sino un cuerpo nuevo. Porque lo primero no tiene mucho sentido, implicaría necesariamente y no sé de qué manera borrar la memoria del anterior dueño para poder usar correctamente el nuevo soporte físico, y además tendría que aprender su actual vida. No, así sí que no lo veo, y surge la pregunta: el cuerpo al servicio del cerebro, o el cerebro al servicio del cuerpo? Son conceptos que van intrínsecamente unidos? Imagínate la movida, que te pase cualquier cosa y despertarte en otro cuerpo... En ese caso yo preferiría que al donante le pusieran mi cabeza entera, no sólo el seso, para no extrañar tanto...
Menuda comedura de tarro, anda que no da de sí para filosofar y decir chorradas. Espero que las células madre intercedan por nosotros, porque vaya follón...
"La experiencia es algo maravilloso: nos permite reconocer un error cada vez que lo volvemos a cometer"
Franklin P. Jones
En 2004, Jim Carrey protagonizó junto a Kate Winslet una curiosa película titulada aquí como 'Olvídate de mí' (el original es 'Eternal sunshine of the spotless mind', toma ya) en la que se hablaba sobre una pareja que, cada uno por su lado, decide borrar de su mente los recuerdos de su tormentosa relación. El filme, galardonado con un Oscar al mejor guión original, me gustó bastante, pero sobre todo me hizo pensar. Creo que sería muy difícil encontrar a alguien que no haya deseado alguna vez que esta tecnología exista.
Pues según el 20 minutos de ayer, unos científicos han descubierto ya cómo bloquear selectivamente recuerdos asentados en la memoria.
Lee la noticia: www.20minutos.es/noticia/374696/0/borrar/recuerdos/memoria/
Qué bueno, por fin una solución rápida y efectiva a los malos rollos pretéritos. La aspirina de los estreses postraumáticos.
Y cuando me pregunto cuántos hechos pasados y lamentados eliminaría yo de mi cabeza... la respuesta no es tan abrumadora como cabría esperar... en realidad tampoco quitaría tantas cosas. Se supone que de todo se puede aprender, y de las malas experiencias más todavía, no? El recuerdo de lo malo utilizado positivamente sirve, sobre todo, para no volver a cometer los mismos errores en el futuro (aprendizaje por ensayo-error, aunque los hay que ni por esas, como dice el amigo Franklin P. Jones). La pregunta es: el nuevo sistema es capaz de inhibir el recuerdo traumático pero conservar el aprendizaje que has podido sacar de él? Porque solo entonces me apuntaría al nuevo descubrimiento. Si no, cómo podríamos evolucionar?
Me encanta esta canción:
Aunque debo decir que, en contra de todo pronóstico, el musical me aburró que creía que palmaba. Y esta mucho más; la eterna duda...
Así que a joderse y a aprender de los traumas, que es lo que toca hasta que este descubrimiento llegue al nivel usuario.
Es normal que se conserven recuerdos de la propia ignorancia? Porque a mí me pasa y siempre me ha parecido curioso. Recuerdo, por ejemplo, la sensación de no saber leer, mirar en la cartilla un dibujo que reconocía (una rana, una silla) y que debajo tenía... otro dibujo? finito y negro, redondeles y palos, como si fueran lazadas... me decían que eran letras, y yo pensaba: 'pos fale, y qué hay que hacer con eso'.
También me acuerdo de cuando no sabía inglés y cantaba las canciones a mi bola, diciendo lo que me sonaba. La primera canción que tengo registrada en inglés es 'Message in a bottle', de Police. Me veo con cinco años persiguiendo a mi padre por la casa y preguntándole sin tregua: 'Y cómo se dice ojo? Y mano? Y gato? Y suelo?'. Estaba nerviosa y emocionada porque pronto asistiría a mi primera clase...
Después de lo de Lilly, la niña que sabía todos los países del mundo(ver mi post 'Frikis II), mira lo que he encontrado:
Será verdad? A mí que no me asusten, que me lo creo todo...