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lunes, 2 de febrero de 2009

Lo que diga la rata

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-(Bill Murray) Muy bien, menos tres y entro: dos, uno... Una vez al año, los ojos de la nación se vuelven hacia este diminuto pueblo del oeste de Pennsylvania para ver trabajar a un maestro: el maestro Punxsutawney Phil, el meteorólogo más famoso del mundo, la marmota, la cual puede pronosticar la llegada de una primavera temprana. Supongo que la pregunta que tenemos que hacernos hoy es: se siente Phil afortunado? Como comprobarán es el mismo rollo cada año: uno de los maestros de ceremonias con su bastón llama a la puerta, sale esa pequeña rata, hablan con ella, la rata contesta y entonces ellos nos dicen lo que va a ocurrir. Oye, nena, te gustan los tipos con los dientes superiores prominentes?
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(Andie McDowell) No.
-(Maestro de ceremonias) Hoy, dos de febrero a las siete y veinte con treinta segundos, Punxsutawney Phil, vidente de videntes, pronosticador de pronosticadores, ha salido de mala gana pero alerta en Punxsutawney, Pennsylvania, y ha dicho en marmotés: definitivamente veo una sombra. Lo siento amigos, seis semanas más de invierno.

Atrapado en el tiempo (Groundhog Day), 1993.




Tradicionalmente desde 1887 todos los 2 de febrero, Día de la Marmota, unos señores de Pennsylvania vestidos a la antigua, con sus chisteras y todo, observan a la famosa marmota Phil salir de su guarida. Puede tener dos reacciones: si ve su sombra se asusta y vuelve a su hibernación por seis semanas más, indicando que continúa el invierno; pero si al asomarse no ve su sombra piensa que llega la primavera y sale confiado. La realidad es que Phil sólo ha pronosticado el final del invierno correctamente el 28% de las veces en 60 años.


Y yo me pregunto: cuántos años tiene Punxsutawney Phil? Lo irán reemplazando cuando se muere? La gente no se da cuenta, supongo. Tienen suerte de que todas las marmotas tengan la misma cara. Si no, con lo que son los yanquis, podemos flipar si palma su gran pronosticador.


Por cierto, Punxsutawney se pronuncia Pansatoni, que lo sepas.
Y este año, como en la película, ha visto su sombra: primavera tardía.

Voy a ver si encuentro algún cursillo rápido de marmotés, nunca se sabe cuándo se puede necesitar.

martes, 4 de marzo de 2008

Día de limpieza


Estoy hasta las bolas de:


-La campaña electoral.
-Que haga frío.

-La mayoría de los hombres.

-Mi conciencia.

-Mi banco.
-Los residuos de tristeza. No se quitan ni con el puto Cillit Bang.
-Dormir poco y mal.

-El ruido (el de dentro y el de fuera).

-La primavera del corte inglés, que no es primavera ni es ná.

-Mi despiste existencial.

-La incertidumbre.



Algunos de mis compañeros de trabajo están haciendo huelga indefinida y protestan durante todo el día estoica y ruidosamente en la puerta de la oficina. Ayer gritaban consignas con el megáfono pero hoy le han dejado ese menester más a las pancartas y directamente ponen música a tres bombas (Deep Purple, Rihanna, Paquito el Chocolatero, McGyver y otros éxitos), además de los pitos, bocinas, cazos y paellas, el Pájaro Loco, los avisos de ataque aéreo, un mono cabreado, Tarzán, los tercios de los toros... Me solidarizo totalmente con sus reivindicaciones y esas cosas, sobre todo porque nosotros también bajamos un rato con ellos para pedir lo nuestro, pero ya me dan ganas de tirarles una docena de macetas con pulgones, no puedo pensar. Y sólo es el segundo día... Resignación, es lo que toca, aunque me venga fatal. La cosa está mala por aquí para todos. No sabemos qué va a pasar.


Uf, voy a ver si me animo a sacar la escoba y la fregona, aquí hay mierda pa aburrir.
Jótér, luis.

viernes, 29 de febrero de 2008

Regresión


La huelga de autobuses me proporcionó ayer un maravilloso viaje que no esperaba.

Tenía que recorrer andando cinco paradas de autobús. Hacía un día de estos rarunos de primavera en pleno invierno, lo que me pone en modo buen humor casi automáticamente, así que iba yo tan contenta cuando pasé por delante de un parque. Los almendros/ciruelos (nunca sé qué son) estaban florecidos, y me acordé de cuando tenía 14 o 15 años e iba con mis amigos a pasar las tardes a un lugar parecido, a sentarnos en la hierba, alguien tocaba la guitarra, ni siquiera fumaba en aquel tiempo... Me dieron unas ganas enormes de entrar y quedarme allí a pasar la mañana, pero seguí caminando.

Por casualidad me miré los pies y vi que llevaba manoletinas; con la evocación del parque aún fresca me vino a la mente un recuerdo más antiguo, cuando mi tía nos llevaba a mi prima y a mí a los columpios, 11 años debía tener... Casi me pareció notar la lana de la falda escocesa y los calcetines cortitos. Estaba disfrutando de estas sensaciones cuando pasé por delante de un colegio; los gritos de los niños en el recreo y el olor que salía de las cocinas me golpearon de una manera increíble porque realmente me sentí en el cole con mis 10 años.
Sorprendida y algo aturdida por la fuerza de este recuerdo seguí adelante, pero aún quedaba la sorpresa final: el aroma de las arizónicas húmedas. De repente tenía 7 años, era domingo por la mañana y estaba en la sierra con mi familia; recordé claramente el sabor de los buñuelos de mi abuela, el olor a chimenea, el tacto de mi pijama, aquella musiquilla de fondo que ya se ha convertido en un clásico... Me acordé de cuando mis únicas obligaciones eran terminarme el desayuno, comprobar que no me había manchado (y mantenerlo) e irme a jugar. Lo paladeé durante un momento antes de que empezara a desvanecerse...

Desde el otro lado de la acera, levanté la vista y miré la gran fachada de mi oficina. Las sensaciones se fueron evaporando, poco a poco, y ya era grande otra vez...

Me hace sonreir el saber que hay una parte de mi infancia que nunca he soltado del todo.